Hubo una vez... hace ya cierto tiempo... podría decirse que cinco temporadas atrás, en que los lunes por la noche eran míos. Ahora estoy hipnotizada por la narrativa y visual de una serie que no se parece a nada, pero que retoma infinitos guiños a series de ciencia ficción: LOST. Lo que parecía ser sólo una serie más de náufragos y sus vicisitudes, se convirtió en un complejo compendio filosófico del actuar humano, tanto individual como colectivo, acompañado por un creciente suspenso, intriga y su cuota de ciencia-ficción. En esta quinta temporada parecería que las respuestas sólo son grupales.
Con reminiscencias a Memento, por los flash continuos entre pasado, presente y futuro, la serie da fe del trabajo concienzudo de un equipo de guionistas, actores y director -J.J. Abrams- que saben a dónde quieren ir, a pesar de que lo vayan descubriendo a cada paso. Nada es librado al azar, todo, desde la música y la literatura, hasta los objetos o las frases, todo tiene su razón de ser. Será por eso que lunes a lunes seguimos prendiendo la tele para saber a dónde nos llevará la isla, qué es el Proyecto Dharma, quién es Jacob, de qué lado está Ben, entre otros millones de interesantes interrogantes.
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